
¿Puede el abandono de todo un barrio comenzar con una sola ventana rota? ¿Y puede la tolerancia hacia delitos menores llevar a la degradación de la sociedad en general? Los defensores de la teoría de las ventanas rotas creen que sí, es totalmente posible.
Según esta teoría, en todos los grupos sociales existe un fuerte conformismo, es decir, la mayoría de las personas aceptan la opinión del grupo incluso si esta es errónea. Ahora imagina una sociedad donde constantemente se cometen infracciones, sus consecuencias no se eliminan y los culpables no son castigados. Cada vez más personas adoptarán el mismo modelo de comportamiento: si los demás pueden hacerlo, ¿por qué yo no? Cerca de una ventana rota inevitablemente aparecerá otra más. Y al contrario: en una sociedad donde se mantiene el orden y este es una norma pública, las infracciones disminuirán. Desde el punto de vista psicológico, la teoría de las ventanas rotas trata de explicar cómo el entorno moldea la percepción de las normas e influye en el comportamiento humano.
Los argumentos tanto a favor como en contra de esta teoría son sólidos. En este artículo intentaremos analizar todos los pros y los contras y entender si la teoría de las ventanas rotas realmente puede explicar muchos aspectos del desarrollo social y ser útil para mejorar la convivencia.

La teoría fue formalizada por los científicos políticos y criminólogos estadounidenses George Kelling y James Wilson. En 1982 publicaron un artículo donde explicaron la idea: si el entorno muestra signos de abandono (como ventanas rotas, basura, numerosas infracciones),esto envía una señal a los miembros de la sociedad de que no se mantiene el orden. Esto, a su vez, promueve el aumento de delitos más graves y de comportamientos antisociales. En otras palabras, la ausencia de orden genera una atmósfera de impunidad que incita a más violaciones.
La ventana rota es una metáfora que representa cualquier desviación evidente de las normas sociales y legales establecidas. Esto puede incluir:
Los autores sostenían que en tales condiciones aumenta significativamente la probabilidad de que se cometan infracciones similares u otras, lo que incrementa la tensión social y genera un ambiente inseguro en la comunidad. Los ciudadanos respetuosos de la ley (que pagan impuestos, siguen las normas, respetan la propiedad ajena) tenderán a mudarse a zonas más respetables, lo que conllevará a la depreciación inmobiliaria y la salida de negocios. Este proceso no es instantáneo – puede extenderse por años o incluso décadas.
Según los autores, la teoría también funciona en sentido inverso. Gracias a reparaciones oportunas de calles y fachadas, la creación y mantenimiento de espacios públicos, y un mayor control del orden público, es posible reducir la criminalidad y hacer más próspero un barrio.
A finales del siglo pasado, la teoría de las ventanas rotas ganó popularidad en muchos consejos municipales de EE.UU. (y fuera de él) e influyó significativamente en la asignación de presupuestos. Las autoridades locales comenzaron a destinar más recursos al diseño urbano, reparación de alumbrado y fachadas, eliminación de grafitis, limpieza, mejora de parques, creación de instalaciones deportivas, bibliotecas públicas, etc. Muchos municipios implementaron políticas de “tolerancia cero” contra infracciones menores – venta ambulante ilegal, mendicidad, vandalismo, propiedades abandonadas. Incluso se desarrollaron programas policiales especiales. Para revitalizar zonas problemáticas se crearon fondos específicos y se otorgaron subvenciones al comercio local. Esta política realmente transformó el aspecto de muchos barrios, haciéndolos más habitables.
El ejemplo más famoso de aplicación práctica de esta teoría es Nueva York durante las administraciones de Giuliani y Bloomberg. Las autoridades declararon la guerra a los delitos menores que antes eran ignorados. En pocos años, el número total de delitos disminuyó considerablemente, incluyendo no solo infracciones menores, sino también delitos graves como robos y homicidios.
La teoría también encontró aplicación en el entorno corporativo. En los años 90, muchas empresas endurecieron la disciplina, impusieron códigos de vestimenta estrictos y sanciones por llegadas tarde. Los resultados fueron contradictorios y, por supuesto, dependieron de muchos factores, pero esto no impidió que algunos líderes empresariales atribuyeran sus éxitos a un mayor control y a la implementación de reglas estrictas para los empleados.

James Wilson y George Kelling observaron estaciones de metro en Nueva York y descubrieron que aquellas sucias y cubiertas de grafitis atraían a más delincuentes y transgresores que otras. Cuando estas estaciones comenzaron a limpiarse – eliminando basura, pintando sobre grafitis y sancionando a los que no pagaban el boleto – la criminalidad se redujo considerablemente.
Kelling y Wilson no fueron los primeros en sugerir una conexión entre el estado visual del entorno y el comportamiento antisocial. En su trabajo se basaron en investigaciones previas, especialmente en los resultados del experimento del psicólogo estadounidense Philip Zimbardo. Este dejó dos coches idénticos sin matrícula en barrios con niveles de vida muy distintos: el próspero Palo Alto (California) y el peligroso Bronx (Nueva York). En el Bronx el coche fue desmontado en minutos. En Palo Alto permaneció intacto una semana, hasta que Zimbardo rompió una ventana; entonces, en menos de 24 horas, el coche fue desmantelado. Esto le permitió suponer que las señales visuales realmente pueden aumentar la propensión a violar normas sociales. La ventana rota fue una señal de que no se mantenía el orden y que el comportamiento antisocial era aceptable.
En 2008, científicos neerlandeses liderados por Kees Keizer realizaron una serie de experimentos interesantes. Por ejemplo, colocaron un cartel en un aparcamiento de bicicletas prohibiendo grafitis y ataron un folleto publicitario a cada bici. La persona tenía dos opciones: llevarse el folleto o tirarlo al suelo (los contenedores fueron retirados intencionalmente). En el entorno ordenado (sin grafitis),solo el 32% tiró el folleto. En la situación con grafitis, el 69% lo arrojó al suelo. Así, la infracción de una norma (pintar en la pared) incentivó la infracción de otra (ensuciar).

La teoría de las ventanas rotas tuvo un gran impacto en la gestión urbana en muchos países. No obstante, fue objeto de críticas justificadas por varias razones:
Muchos investigadores sostienen que la teoría nunca tuvo una base científica sólida. Por ejemplo, científicos de la Northeastern University realizaron un metaanálisis de más de cien estudios sin encontrar evidencia convincente. En cambio, detectaron problemas metodológicos sistemáticos en las investigaciones que supuestamente la respaldaban.
Otra cuestión clave es el impacto racial. Solo en Nueva York, millones de personas fueron detenidas bajo estas políticas, el 87% de ellas latinas o afroamericanas. La política de prevención del crimen derivó en discriminación racial y violaciones de derechos civiles, lo que provocó protestas masivas.

A pesar de las críticas, la teoría de las ventanas rotas sigue siendo una idea influyente en la política urbana. Por supuesto, los espacios públicos bien cuidados aumentan el confort y tienen un efecto positivo en el estado de ánimo de las personas. Pero ¿realmente ayudan a reducir la criminalidad?
Según muchos científicos, son los malos indicadores económicos los que impulsan el aumento del crimen. Por ejemplo, este estudio de la Universidad de Texas demostró una relación directa entre criminalidad, desempleo, falta de recursos y ausencia de oportunidades legales para progresar.
Si analizamos en detalle el caso de Nueva York, vemos que la caída del crimen desde los años 90 coincidió con el aumento de ingresos, la reducción de la pobreza y del desempleo. Es evidente que las personas que ganan lo suficiente para cubrir sus necesidades tienden a cometer menos delitos. Es revelador que, incluso tras la retirada de programas de control estricto, el crimen siguió disminuyendo, lo cual contradice la lógica de la teoría.
En resumen, crear un entorno seguro es sin duda un factor importante en el desarrollo social, pero no debemos considerar las señales visuales o la tolerancia a infracciones menores como las causas principales del crimen. La popularidad de la teoría de las ventanas rotas se basa más en ideología que en evidencia científica.